Elena nació en una familia pagana en Nicomedia (la actual
Turquía) en el siglo III. Allí pudo, en su juventud, contemplar los efectos de
las crueles persecuciones a los cristianos mandadas desde Roma, algo que le
causaba mucha tristeza y no podía comprender.
A los 23 años contrajo matrimonio con Constancio, general del imperio romano.
En el año 274 nació su hijo Constantino. Por motivos políticos Constancio dejó
a Elena, se casó con la hija del emperador y se llevó con él a su hijo
Constantino.
Elena volvió a su casa paterna, y comenzó un largo y triste período del exilio
que se extendió a más de diez años. En ese periodo fue que Elena se convirtió y
comenzó a ser cristiana.
Ante la muerte de Constancio, sus soldados se apresuraron a
proclamar nuevo Augusto a Constantino, hijo de Elena. Luego, designaron a
Constantino como César. Constantino desde su trono llamó a su madre Elena, a
quien rindió todos los honores elevándola a la dignidad de
Augusta Emperatriz.
Para coronar su
nombramiento de César, Constantino debía ganar una importante batalla. Se dice
que mientras planeaban la batalla se divisó en el firmamento una cruz luminosa
con la siguiente inscripción: “Con este signo vencerás”. Inmediatamente
Constantino mandó a grabar esta imagen de la cruz en su bandera, escudos y
estandartes. Y efectivamente, triunfó consagrándose como César en Roma.
Elena, aún siendo emperatriz, siempre dio ejemplos de
humildad y caridad. Después de aquella importante batalla, Elena logró que su
hijo firmara el “Edicto de Milán” que prohibía la persecución de los cristianos,
y ponía así fin a la época más sangrienta de la cristiandad.
En los últimos años de su vida organizó un viaje a Tierra Santa para comenzar
su afanosa búsqueda de la Santa Cruz. Las excavaciones resultaron con éxito,
encontró las tres cruces de la crucifixión, y la de Jesús la partió en tres.
Una se trasladó a Constantinopla, otra quedó en Jerusalén y la tercera llegó a
Roma donde se conserva y venera en la iglesia llamada “Santa Cruz de Jerusalén”.
Elena murió en Constantinopla el 18 de agosto
del año 328. Su hijo Constantino dispuso trasladar sus restos con gran
solemnidad a Roma y parte de ellos se conservan hoy en la Iglesia Ara Coeli,
dedicada a santa Elena.
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