María
Ana de Jesús Navarro, también conocida como Mariana, nació en Madrid en 1565 en
una familia noble. Por su gran deseo de ser religiosa, siendo joven hizo un
voto perpetuo de virginidad pero su padre no lo aprobó porque ya la había
comprometido con un joven de una acomodada familia. María Ana decidió cortarse
el pelo para hacer que el pretendiente la rechazara. Eso enfureció a su padre y
a su madrastra por lo que la golpearon y la insultaron. Desde entonces María
Ana vivió atormentada. En 1598 dejó la casa de sus padres y emprendió su camino
vocacional con la ayuda del fundador de los Mercedarios Descalzos, Fray Juan
Bautista. Junto a la ermita de Santa Bárbara, Mariana se estableció en una
pobrísima celda en la que se dedicó por años a la oración, la penitencia y
ayudar a los necesitados. Más adelante fue recibida en la tercera Orden de la
Merced y recibió el hábito de terciaria. En 1614 hizo la profesión. Fue
mística, tuvo momentos de éxtasis y visiones que rápidamente fueron conocidas
en Madrid, pero ella siempre rechazó todo halago y protagonismo. Sus superiores
y las autoridades eclesiásticas le mandaron escribir todo lo que vivía en estos
episodios. En sus momentos de éxtasis compartía los sufrimientos de la Pasión
de Cristo, y se dice que el mismo Jesús le colocó una corona de espinas.
También se dice que solía hablar con la Virgen María sobre los grandes
misterios de la fe cristiana. Por este tipo de sucesos y por su caridad con los
desfavorecidos la apodaron “Tesoro de la ciudad”, “Estrella de Madrid” y “Beata
del pueblo”. El 17 de abril de 1624, a los 59 años de edad, Mariana de Jesús
partió a la Casa del Padre en el convento mercedario de Santa Bárbara, a
consecuencia de una enfermedad pulmonar.
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