Fiesta: 31 de octubre.
Alonso Rodríguez nació en Segovia, España en 1533. Un día,
cuando él era pequeño, su padre alojó en su casa a san Pedro Fabro, el
compañero de san Ignacio de Loyola, y fue por eso que Alonso (y toda la
familia) desde chico quedó marcado por la Compañía de Jesús (Jesuitas). Comenzó
a estudiar en el colegio jesuita y también recibió los primeros sacramentos en
su formación.
La vida de Alonso está marcada por las pruebas, el
sufrimiento y el dolor. Pronto tuvo que dejar de estudiar, ya que su padre
falleció cuando él aún era chico, y tuvo que hacerse cargo del negocio
familiar. Se unió en matrimonio y formó una familia con tres hijos, sin
embargo, su mujer y sus hijos fallecieron al poco tiempo. Para colmo de males,
también se fundió su negocio familiar.
En su angustia se dirigió a los jesuitas, quienes supieron
muy bien dirigirlo espiritualmente. Allí fue donde creció enormemente la
relación personal, íntima y profunda de Alonso con Dios. Fueron días de triste
oración en soledad, buscando la voluntad de Dios. Finalmente descubrió su
vocación y se ofreció para ingresar a la Compañía de Jesús y ser sacerdote
jesuita. Fue rechazado varias veces por lo avanzado de su edad, su escasa
formación y su débil salud.
Finalmente, en Valencia, el provincial detectó su santidad y
le dio el permiso para entrar en la Compañía.
El 31 de enero de 1571, a la edad de 37 años, entró Rodríguez en el
noviciado, pero sólo seis meses después lo enviaron al colegio de Montesión en
la isla de Mallorca. Allí acabaría su noviciado y se haría famoso por su
humilde trabajo de portero. Como portero del colegio estaba encargado de
recibir a las visitas, localizar a los jesuitas o estudiantes que recibían
alguna llamada, dar mensajes, hacer mandados, distribuir limosnas y - lo más
importante – consolar a los atribulados que no tenían a nadie a quien
dirigirse. Alonso saludaba a todos con la misma sonrisa que habría reservado a
Dios. Los estudiantes sentían la presencia y la influencia de Alonso y se le
acercaban en busca de consejo, ánimos o de una oración.
Tenía ya 72 años cuando llegó san Pedro Claver al colegio,
ardiendo en deseos de hacer algo por Dios, pero no sabiendo cómo hacerlo. Se
hicieron amigos y hablaban a menudo sobre la oración y la santidad mientras
paseaban por el colegio. El anciano consejero animó al estudiante a irse a las
misiones de América del Sur.
Al portero jesuita lo apreciaban por su amabilidad y su
santidad, pero fueron sus apuntes espirituales y sus memorias, las que
revelaron, después de su muerte, la cualidad y profundidad de su vida de
oración. El humilde hermano había sido favorecido por Dios con notables favores
místicos, con éxtasis y visiones del Señor, Nuestra Señora y los santos.
Falleció el 31 de octubre de 1617.
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