Fiesta: 26 de abril.
Rafael Arnáiz Barón nació en Burgos (España) el 9 de abril
de 1911.
De inteligencia brillante y ecléctica, Rafael tenía
destacadas dotes para la amistad y buen trato. Poseía un carácter alegre y
jovial; era deportista, rico en talento para el dibujo y la pintura; le gustaba
la música y el teatro. A la vez que crecía en edad y desarrollaba su
personalidad, crecía también en su experiencia espiritual de vida cristiana.
En su corazón bien dispuesto a escuchar Dios quiso suscitar
la invitación a una consagración especial en la vida contemplativa. Había
conocido la trapa de San Isidro de Dueñas y se sintió fuertemente atraído
porque la percibió como el lugar que correspondía a sus íntimos deseos. Así, en
diciembre de 1933 interrumpió sus cursos en la universidad, y el 16 de enero
1934 entró en el monasterio de San Isidro.
Después de los primeros meses de noviciado y la primera
Cuaresma vividos con entusiasmo en medio de las austeridades de la trapa, de
improviso Dios quiso probarlo misteriosamente con una penosa enfermedad: una aguda diabetes sacarina, que lo obligó a
abandonar apresuradamente el monasterio y a regresar a casa de sus padres para
ser cuidado adecuadamente.
Regresó a la trapa apenas restablecido, pero la enfermedad
le obligó a abandonar varias veces el monasterio, donde volvió otras tantas
veces para responder generosa y fielmente a la llamada de Dios.
Se santificó en la gozosa y heroica fidelidad a su vocación,
en la aceptación amorosa de los planes de Dios y del misterio de la cruz, en la
búsqueda apasionada del rostro de Dios; le fascinaba la contemplación de lo
Absoluto; tenía una tierna filial devoción a la Virgen María —la
"Señora" como le gustaba llamarla—. Falleció en la madrugada del 26
de abril de 1938, recién cumplidos los 27 años. Fue sepultado en el cementerio
del monasterio, y después en la iglesia abacial.
Muy pronto su fama de santidad se extendió fuera de los
muros del convento. Sus numerosos escritos ascéticos y místicos continúan
difundiéndose con gran aceptación y para el bien de cuantos entran en contacto
con él. Ha sido definido como uno de los más grandes místicos del siglo XX.
El 19 de agosto de 1989 el Papa Juan Pablo II, con ocasión de la Jornada mundial de la juventud en Santiago de Compostela, lo propuso como modelo para los jóvenes del mundo de hoy. Con su canonización el Papa Benedicto XVI lo presentó como amigo, ejemplo e intercesor a todos los fieles, sobre todo a los jóvenes.
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