jueves, 18 de julio de 2024

PADRE JOSÉ MÜLLNER

 





Nació en Hungría el 24 de junio de 1899. Perdió a sus padres siendo muy pequeño, por eso aprendió a ser carpintero y trabajó desde muy joven.

Él quería ser sacerdote, recién en 1930 logró ingresar en el seminario de Budapest.

Fue elegido entre los seminaristas húngaros para continuar su formación en Argentina, primordialmente para atender las necesidades espirituales de los inmigrantes húngaros que vivían allí. Parte a Argentina en 1936. Sin saberlo había dicho ADIOS para siempre a su patria.

Llegó el 24 de agosto de 1.936 a Buenos Aires. En el Seminario Metropolitano de villa Devoto culminaría su preparación sacerdotal. El 18 de setiembre de 1.937 en la Iglesia del Seminario Metropolitano fue consagrado Sacerdote de Cristo. Enseguida viaja a Mendoza para comenzar así su tarea apostólica.

Fue nombrando Capellán del Hospital Lencinas, ejerció sus servicios sacerdotales entre estos seres humanos recluidos lejos de la sociedad por padecer una enfermedad infecciosa: tuberculosis. Su corazón enamorado de las almas y respetuosos de la dignidad humana veía en cada enfermo un Cristo suficiente, y esto, dicho con certeza porque si no ¿cómo se explicarían sus levantadas a altas horas de la noche para atender enfermos moribundos que lo reclamaban junto a su lecho? Y si no ¿cómo se explica que él se contagiara de esa enfermedad y sufriera en carne propia las angustiantes consecuencias?

Este desborde de celo sacerdotal lo llevó a visitar y contemplar la soledad, miseria y desprecio que sufrían los habitantes de chozas y cerros vecinos al hospital. Como Buen Pastor salía a buscar ovejas que estaban fuera de su redil. Deseaba alimentarlas, curarlas, cuidarlas. Les dio no solamente el Pan Eucarístico sino también el pan cotidiano. Todas las tardes ofrecía a los niños mate cocido y pan que conseguía en donación. Procuraba el remedio necesario para los enfermos. Ofrecía su amistad a los faltos de cariño. Esta villa había nacido junto al gran Parque General San Martín, de ahí que naturalmente le surgiera el nombre: Villa del Parque. En esta villa trabajó junto a las hermanas Obreras Catequistas de Jesús Sacramentado.

El Padre José consiguió que una mujer le donara el terreno para la construcción de una Capilla y consultorio médico. La Capilla Virgen del Valle nace como fruto del amor.



jueves, 11 de julio de 2024

MARÍA VICENTA DE SANTA DOROTEA CHÁVEZ OROZCO

 Fiesta: 30 de julio.




María Vicenta Chávez Orozco nació el 6 de febrero de 1867 en Cotija (Michoacán, México).

El 20 de febrero de 1892 Vicenta tuvo que ingresar en el hospital a causa de una pleuresía, y allí recibió la inspiración de consagrar su vida a Dios en la persona de los pobres y enfermos. El 10 de julio del mismo año, recuperada su salud, regresó al hospital de la Santísima Trinidad para servir definitivamente a los enfermos y a los pobres, demostrando una extraordinaria caridad para con ellos.

El 12 de mayo de 1905 fundó la congregación de Siervas de los Pobres, nombre que posteriormente cambió por el de Siervas de la Santísima Trinidad y de los Pobres. Profesó canónicamente el 3 de diciembre de 1911, donde agregó a su nombre “de santa Dorotea” y fue elegida superiora general de la congregación el 8 de septiembre de 1913, cargo que ejerció durante treinta años, siendo el alma y guía de su instituto. Por su indiscutible autoridad moral y su auténtica caridad fue un verdadero modelo de superiora y supo guiar a sus hijas a poner su vida en manos del Señor.

Sufrió mucho durante las dos persecuciones religiosas que se desencadenaron en México: en 1914 las tropas revolucionarias de Carranza ocuparon Guadalajara y se instalaron en la catedral, capturando a religiosos y sacerdotes; y en 1926 el hospital de San Vicente de Zapotlán fue transformado en cuartel general militar. Las religiosas siguieron atendiendo con dedicación a los heridos, sin amedrentarse ante el peligro. En cierta ocasión, en que las religiosas de su comunidad tuvieron que refugiarse en casas de personas amigas, que las protegían, la madre Vicenta se quedó sola con una postulante asistiendo a los heridos, soportando ultrajes y amenazas de muerte. El comandante, que llegó al puesto más tarde, reprendió a los soldados su indigna conducta, y exaltó implícitamente la grandeza de la intrépida religiosa.

A los 75 años comenzó a padecer de la vista, con intensos dolores. El 29 de julio de 1949 su salud empeoró, ese mismo día la madre Vicenta entregó su alma a Dios en el hospital de la Santísima Trinidad de Guadalajara (Jalisco, México).

El proceso de beatificación se inició por el Papa Pablo VI el 13 de abril de 1978. El papa san Juan Pablo II la beatificó el 9 de noviembre de 1997 en la Plaza de San Pedro de Roma.