A la vida de san Vito, mártir de los primeros siglos del
cristianismo, se le ha mezclado mucha leyenda, actualmente es casi imposible
distinguir lo que sucedió realmente y lo que es sólo leyenda.
Cuenta la leyenda que Vito, siciliano de nacimiento, a los
siete años era ya un cristiano convencido y hacía muchos milagros. El
gobernador Valeriano mandó arrestarlo y trató de hacerlo apostatar con promesas
de premios y con amenazas de castigo. Pero de nada sirvieron, ni siquiera
sirvieron los apasionados llamados de del padre de Vito, que era pagano. En
efecto, Vito tenía a su lado en la prisión a su propio maestro Modesto y a su
nodriza Crescencia. Los tres fueron prodigiosamente liberados por un ángel, y
se retiraron a Lucania, en donde siguieron dando testimonio de su fe con la
palabra y con los prodigios. La fama de Vito llegó a oídos de Diocleciano, cuyo
hijo era epiléptico, enfermedad que en ese tiempo era impresionante. Lo
mandaron llamar y Vito fue a Roma, donde curó al hijo de Diocleciano, pero como
recompensa recibió una tortura y nuevamente la cárcel. El ángel volvió a
liberarlo y, cuando regresó a Lucania, junto con Modesto y Crescencia, rindió
allí su último testimonio con el martirio en el año 303.
San Vito fue uno de los santos más populares de la Edad
Media, y aún hoy es muy popular en Europa.
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