Fiesta: 13 de julio (en Puerto Rico se lo celebra el 4 de mayo).
El beato Carlos Manuel Rodríguez, “Charlie”, como le decían
todos, nació en Caguas, Puerto Rico, el 22 de noviembre de 1918. Su familia era
de fe muy profunda. Bajo la tutela de las Hermanas de Notre Dame y de los
Padres Redentoristas, desarrolla su primera educación formal, humanística y
religiosa. Su primera comunión marcó en él un amor para siempre; se hizo
monaguillo y posiblemente sintió allí el llamado inicial a una vida de entrega
total a Cristo. Como monaguillo, empieza a degustar las riquezas de la fe a
través de la sagrada liturgia de la Iglesia.
Mientras cursaba la escuela de nivel superior, comenzó con
los primeros síntomas de una enfermedad que sugería un trastorno
gastrointestinal: colitis ulcerosa. Esta enfermedad habría de causarle
muchísimos inconvenientes por el resto de su vida, y se iría agravando paulatinamente.
Carlos Manuel trabajó como oficinista y empleaba casi todo
su modesto salario en promover el conocimiento y el amor a Cristo,
especialmente a través de la Sagrada Liturgia.
Organizó en Caguas un “Círculo de Liturgia” junto al P.
McWilliams y luego, en 1948, fundó junto al P. McGlone el coro parroquial Te
Deum Laudamus. En el Centro Universitario Católico, organizó otro Círculo de
Liturgia (más tarde llamado Círculo de Cultura Cristiana). Organizó grupos de
discusión en varios pueblos y participó en la Cofradía de la Doctrina
Cristiana. Otras organizaciones católicas en las cuales participó fueron la
Sociedad del Santo Nombre y los Caballeros de Colón. Impartió catequesis a
jóvenes de escuela superior. Fue terciario benedictino.
Acercarse a Carlos Manuel era como allegarse a una luz que
va iluminando cada vez más la perspectiva y el sentido de la vida a medida que
se le conocía mejor. La alegría cierta de la Pascua traslucía siempre en su
mirada y en su sonrisa y una notable fortaleza espiritual trascendía su frágil
figura. La firme convicción de su fe vencía su natural timidez y hablaba con la
seguridad de Pedro en Pentecostés.
Sus fuerzas físicas decaían, pero jamás su espíritu se
doblegó. Finalmente, se le diagnosticó un cáncer terminal del recto. Su paso a
la vida eterna fue el 13 de julio de 1963. Tenía 44 años.
El 29 de abril de 2001, el Papa Juan Pablo II lo beatificó.
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