Antonietta Meo, llamada cariñosamente Nennolina nació en
Roma el 15 de diciembre de 1930. A los 5 años se inscribió en la Acción
Católica, en el grupo de las más pequeñas. Era una niña alegre, inquieta y
traviesa, como lo son todos los niños de esa edad. A pesar de su corta edad
siempre ayudaba a los pobres, y le gustaba mucho ir a la escuela (incluso
cuando iba con la prótesis). A los 6 años de edad un osteosarcoma (tumor
maligno) le obliga a la amputación de la pierna izquierda. Ya a aquella edad
tenía un concepto del valor del sufrimiento incomprensible sin la gracia de
Dios.
Una religiosa enfermera de la clínica testimonió: “Una
mañana, mientras ayudaba a la enfermera que ordenaba el cuarto de la niña,
entró su papá, el cual, después de haberla acariciado, le preguntó: ¿Sientes
mucho dolor? Y Antonietta: papa, el dolor es como la tela, cuanto más fuerte
más valor tiene”. La religiosa añadió: “Si no lo hubiese escuchado con mis
propios oídos, no lo hubiera creído”.
Comienza a ir a la escuela primaria a los 6 años, con una
prótesis que le provoca muchos fastidios. Pero todo lo ofrece a Jesús: “Cada
paso que doy que sea una palabrita de amor”. El día del aniversario de la
amputación lo quiere celebrar con un gran almuerzo y con una novena a la Virgen
de Pompeya, porque gracias a este evento había podido ofrecer su sufrimiento a
Jesús.
La noche de navidad de 1936 recibe con fervor la Prima
Comunión y pocos meses después la Confirmación. La amputación de la pierna no
había bloqueado el tumor, que se extendió a la cabeza, a la mano, al pie, a la
garganta y a la boca. Tanto los dolores de la enfermedad como los tratamientos
que trataban de curarla eran muy fuertes.
Murió en medio a terribles dolores el 3 de julio de 1937. No
había cumplido ni siquiera 7 años.
Ha sido declarada “Venerable” por el Papa Benedicto XVI el 17 de diciembre de 2007. Sus restos descansan en la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén, en Roma.
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