Mónica, la madre de san Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) alrededor del año 332. Se bautizó siendo adolescente y se casó con un hombre pagano llamado Patricio que la hizo sufrir mucho y con quien tuvo tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir y llorar por varias décadas.
Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por la conversión de su esposo y de su hijo Agustín. En el año de 371 el marido se bautizó. Un año después Patricio murió.
Cuando murió Patricio empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo que se había ido a estudiar a Cartago, y que había adoptado las creencias y prácticas de la secta Maniquea.
Mónica tuvo un sueño que fue como una visión. Se vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijo "tu hijo volverá contigo", y enseguida vio a Agustín junto a ella. Entonces se dedicó con más esfuerzo a la oración, y a hacer sacrificios por su conversión. Se fue hasta Roma para seguir a su hijo de cerca. En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín quien se hizo bautizar.
Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre a su tierra, en África. Pero Mónica murió antes de poder partir. Falleció en la ciudad de Ostia del Tíber en el año 387.