Fiesta: 6 de noviembre.
Leonardo nació en Francia entre los siglos V y VI. Sus padres eran nobles y amigos del rey, sin embargo, Leonardo, siendo joven, se negó a alistarse en el ejército, como era costumbre en los nobles franceses, para dedicarse a la vida espiritual. Se hizo discípulo de san Remigio, arzobispo de Reims. Siendo ayudante del obispo, movido por el gran fervor de la caridad, solicitó y obtuvo el favor de exigir la liberación de presos, llegando así, por su intercesión, a liberarse un gran número de desgraciados prisioneros, víctimas de las bárbaras guerras de aquellos tiempos.
Luego Leonardo dejó al obispo y se retiró para dedicarse a ser ermitaño. Se cuenta que en una oportunidad lo llamaron para rescatar a la reina Clotilde, que viajaba acompañando al rey Clodoveo y justo había sido sorprendida por los dolores de parto; Leonardo, con sus oraciones, le consiguió superar el dolor y así la reina dio a luz a un hermoso bebé. En agradecimiento Clodoveo le dio parte del bosque para construir un monasterio.
El santo ermitaño construyó un oratorio en honor de la Virgen, dedicando un altar a su maestro, san Remigio, que había muerto hacía tiempo en fama de santidad. En aquel lugar un pozo cavado por él, milagrosamente se llenó de agua y Leonardo llamó al lugar «Nobiliacum» en memoria de la donación de Clodoveo, rey nobilísimo. La fama de santidad de Leonardo se extendió por toda la región y de todos lados acudían para pedir su intercesión y para ser sanados de diferentes males.
Algunos familiares del santo ermitaño se asentaron alrededor del monasterio con sus familias, dando a luz a un pueblo, que luego tomó su nombre. Leonardo murió en un año desconocido, hacia mediados del siglo VI.