miércoles, 22 de febrero de 2017

DOMINGOS DE CUARESMA – CICLO A







Primer domingo:
Mt 4, 1-11
En aquel tiempo,  el Espíritu llevó a Jesús al desierto, para que el diablo lo pusiera a prueba.
Estuvo cuarenta días y cuarenta noches sin comer, y después sintió hambre. El diablo se acercó entonces a Jesús para ponerlo a prueba, y le dijo: -Si de veras eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en panes.
Pero Jesús le contestó: -La Escritura dice: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino también de toda palabra que salga de los labios de Dios.”
Luego el diablo lo llevó a la santa ciudad de Jerusalén, lo subió a la parte más alta del templo y le dijo: -Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo; porque la Escritura dice: “Dios mandará que sus ángeles te cuiden. Te levantarán con sus manos, para que no tropieces con piedra alguna.”
Jesús le contestó: -También dice la Escritura: “No pongas a prueba al Señor tu Dios.”
Finalmente el diablo lo llevó a un cerro muy alto, y mostrándole todos los países del mundo y la grandeza de ellos, le dijo: -Yo te daré todo esto, si te arrodillas y me adoras.
Jesús le contestó: -Vete, Satanás, porque la Escritura dice: “Adora al Señor tu Dios, y sírvele sólo a él.” Entonces el diablo se apartó de Jesús, y unos ángeles acudieron a servirle.

Segundo domingo:
Mt 17, 1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de Santiago, y se fue aparte con ellos a un cerro muy alto. Allí, delante de ellos, cambió la apariencia de Jesús. Su cara brillaba como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz. En esto vieron a Moisés y a Elías conversando con Jesús. Pedro le dijo a Jesús: -Señor, ¡qué bien que estemos aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Mientras Pedro estaba hablando, una nube luminosa se posó sobre ellos, y de la nube salió una voz, que dijo: «Este es mi Hijo amado, a quien he elegido: escúchenlo.»
Al oír esto, los discípulos se postraron con la cara en tierra, llenos de miedo. Jesús se acercó a ellos, los tocó y les dijo: -Levántense; no tengan miedo.
Y cuando miraron, ya no vieron a nadie, sino a Jesús solo. Mientras bajaban del cerro, Jesús les ordenó: -No cuenten a nadie esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado.

Tercer domingo:
Jn 4, 5-42
En aquel tiempo, Jesús llegó a un pueblo de Samaria que se llamaba Sicar, cerca del terreno que Jacob había dado en herencia a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob. Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era cerca del mediodía. Los discípulos habían ido al pueblo a comprar algo de comer. En eso, una mujer de Samaria llegó al pozo a sacar agua, y Jesús le dijo: -Dame un poco de agua.
Pero como los judíos no tienen trato con los samaritanos, la mujer le respondió: -¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides agua a mí, que soy samaritana?
Jesús le contestó: -Si supieras lo que Dios da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.
La mujer dijo: -Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua, y el pozo es muy hondo: ¿de dónde vas a darme agua viva? Nuestro antepasado Jacob nos dejó este pozo, del que él mismo bebía y del que bebían también sus hijos y sus animales. ¿Acaso eres tú más que él?
Jesús le contestó: -Todos los que beben de esta agua, volverán a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca volverá a tener sed. Porque el agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará dándole vida eterna.
La mujer le dijo: -Señor, dame de esa agua para que no vuelva yo a tener sed ni tenga que venir aquí a sacar agua.
Jesús le dijo: -Ve a llamar a tu marido y vuelve acá. La mujer le contestó: -No tengo marido.
Jesús le dijo: -Bien dices que no tienes marido; porque has tenido cinco maridos, y el que ahora tienes no es tu marido. Es cierto lo que has dicho.
Al oír esto, la mujer le dijo: -Señor, ya veo que eres un profeta. Nuestros antepasados, los samaritanos, adoraron a Dios aquí, en este monte; pero ustedes los judíos dicen que Jerusalén es el lugar donde debemos adorarlo.
Jesús le contestó: -Créeme, mujer, que llega la hora en que ustedes adorarán al Padre sin tener que venir a este monte ni a Jerusalén. Ustedes no saben a quién adoran; pero nosotros sabemos a quién adoramos, pues la salvación viene de los judíos. Pero llega la hora, y es ahora mismo, cuando los que de veras adoran al Padre lo harán de un modo verdadero, conforme al Espíritu de Dios. Pues el Padre quiere que así lo hagan los que lo adoran. Dios es Espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo de un modo verdadero, conforme al Espíritu de Dios.
La mujer le dijo: -Yo sé que va a venir el Mesías (es decir, el Cristo); y cuando él venga, nos lo explicará todo.
Jesús le dijo: -Ése soy yo, el mismo que habla contigo.
En esto llegaron sus discípulos, y se quedaron extrañados de que Jesús estuviera hablando con una mujer. Pero ninguno se atrevió a preguntarle qué quería, o de qué estaba conversando con ella. La mujer dejó su cántaro y se fue al pueblo, donde dijo a la gente: -Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Mesías?
Entonces salieron del pueblo y fueron donde estaba Jesús. Mientras tanto los discípulos le rogaban: -Maestro, come algo. Pero él les dijo-Yo tengo una comida, que ustedes no conocen.
Los discípulos comenzaron a preguntarse unos a otros: -¿Será que le habrán traído algo de comer? Pero Jesús les dijo: -Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y terminar su trabajo. Ustedes dicen: “Todavía faltan cuatro meses para la cosecha”; pero yo les digo que se fijen en los sembrados, pues ya están maduros para la cosecha. El que trabaja en la cosecha recibe su paga, y la cosecha que recoge es para vida eterna, para que tanto el que siembra como el que cosecha se alegren juntamente. Pues bien dice el dicho, que “Unos siembran y otros cosechan.” Y yo los envié a ustedes a cosechar lo que no les costó ningún trabajo; otros fueron los que trabajaron, y ustedes son los que se han beneficiado del trabajo de ellos.
Muchos de los habitantes de aquel pueblo de Samaria creyeron en Jesús por lo que había asegurado la mujer: «Me ha dicho todo lo que he hecho.» Así que, cuando los samaritanos llegaron, rogaron a Jesús que se quedara con ellos. Él se quedó allí dos días, y muchos más creyeron al oír lo que él mismo decía. Y dijeron a la mujer: «Ahora creemos, no solamente por lo que tú nos dijiste, sino también porque nosotros mismos le hemos oído y sabemos que de veras es el Salvador del mundo.»

Cuarto domingo:
Jn 9, 1-41
En aquel tiempo,  al salir, Jesús vio a su paso a un hombre que había nacido ciego. Sus discípulos le preguntaron: -Maestro, ¿por qué nació ciego este hombre? ¿Por el pecado de sus padres, o por su propio pecado?
Jesús les contestó: -Ni por su propio pecado ni por el de sus padres; fue más bien para que en él se demuestre lo que Dios puede hacer. Mientras es de día, tenemos que hacer el trabajo del que me envió; pues viene la noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en este mundo, soy la luz del mundo.
Después de haber dicho esto, Jesús escupió en el suelo, hizo con la saliva un poco de lodo y se lo untó al ciego en los ojos. Luego le dijo: -Ve a lavarte al estanque de Siloé (que significa: «Enviado»).
El ciego fue y se lavó, y cuando regresó ya podía ver. Los vecinos y los que antes lo habían visto pedir limosna se preguntaban: -¿No es este el que se sentaba a pedir limosna? Unos decían: -Sí, es él. Otros decían: -No, no es él, aunque se le parece. Pero él mismo decía: -Sí, soy yo.
Entonces le preguntaron: -¿Y cómo es que ahora puedes ver? Él les contestó: -Ese hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo untó en los ojos, y  me dijo: “Ve al estanque de SIloé, y lávate.” Yo fui, y en cuanto me lavé, pude ver.
Entonces le preguntaron: -¿Dónde está ese hombre? Y él les dijo: -No lo sé.
El día en que Jesús hizo el lodo y devolvió la vista al ciego era sábado. Por eso llevaron ante los fariseos al que había sido ciego, y ellos le preguntaron cómo era que ya podía ver. Y él les contestó: -Me puso lodo en los ojos, me lavé, y ahora veo.
Algunos fariseos dijeron: -El que hizo esto no puede ser de Dios, porque no respeta el sábado. Pero otros decían: -¿Cómo puede hacer estas señales milagrosas, si es pecador?
De manera que hubo división entre ellos, y volvieron a preguntarle al que antes era ciego: -Puesto que te ha dado la vista, ¿qué dices de él?  Él contestó: -Yo digo que es un profeta.
Pero los judíos no quisieron creer que había sido ciego y que ahora podía ver, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron: -¿Es éste su hijo? ¿Declaran ustedes que nació ciego? ¿Cómo es que ahora puede ver? Sus padres contestaron: -Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; pero no sabemos cómo es que ahora puede ver, ni tampoco sabemos quién le dio la vista. Pregúntenselo a él; ya es mayor de edad, y él mismo puede darles razón.
Sus padres dijeron esto por miedo, pues los judíos se habían puesto de acuerdo para expulsar de la sinagoga a cualquiera que reconociera que Jesús era el Mesías. Por eso dijeron sus padres: «Pregúntenselo a él, que ya es mayor de edad.»
Los judíos volvieron a llamar al que había sido ciego, y le dijeron: -Dinos la verdad delante de Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador. Él les contestó: -Si es pecador, no lo sé. Lo que sí sé es que yo era ciego y ahora veo.
Volvieron a preguntarle: -¿Qué te hizo? ¿Qué hizo para darte la vista? Les contestó: -Ya se lo he dicho, pero no me hacen caso. ¿Por qué quieren que se lo repita? ¿Es que también ustedes quieren seguirlo?
Entonces lo insultaron, y le dijeron: -Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés. Y sabemos que Dios le habló a Moisés, pero de ése no sabemos ni siquiera de dónde ha salido.
El hombre les contestó: -¡Que cosa tan rara! Ustedes no saben de dónde ha salido, y en cambio a mí me ha dado la vista. Bien sabemos que Dios no escucha a los pecadores; solamente escucha a los que lo adoran y hacen su voluntad. Nunca se ha oído decir de nadie que diera la vista a una persona que nació ciega. Si este hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada.
Le dijeron entonces: -Tú, que naciste lleno de pecado, ¿quieres darnos lecciones a nosotros? Y lo expulsaron de la sinagoga.
Jesús oyó decir que habían expulsado al ciego; y cuando se encontró con él, le preguntó: -¿Crees tú en el Hijo del hombre? Él le dijo: -Señor, dime quién es, para que yo crea en él.
Jesús le contestó: -Ya lo has visto: soy yo, con quién estás hablando. Entonces el hombre se puso de rodillas delante de Jesús, y le dijo: -Creo, Señor.
Luego dijo Jesús: -Yo he venido a este mundo para hacer juicio, para que los ciegos vean y para que los que ven, se vuelvan ciegos.
Algunos fariseos que estaban con él, al oír esto, le preguntaron: -¿Acaso nosotros también somos ciegos? Jesús les contestó: -Si ustedes fueran ciegos, no tendrían culpa de sus pecados. Pero como dicen que ven, son culpables.
Quinto domingo:
Jn 11, 1-45
En aquel tiempo, había un hombre enfermo que se llamaba Lázaro, natural de Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. Esta María, que era hermana de Lázaro, fue la que derramó perfume sobre los pies del Señor y los secó con sus cabellos. Así pues, las dos hermanas mandaron a decir a Jesús: -Señor, tu amigo querido está enfermo.
Jesús al oírlo dijo: -Esta enfermedad no va a terminar en muerte, sino que ha de servir para mostrar la gloria de Dios, y también la gloria del Hijo de Dios.
Aunque Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro, cuando le dijeron que Lázaro estaba enfermo se quedó dos días más en el lugar donde se encontraba. Después dijo a sus discípulos: -Vamos otra vez a Judea. Los discípulos le dijeron: -Maestro, hace poco los judíos de esa región trataron de matarte a pedradas, ¿y otra vez quieres ir allá?
Jesús les dijo: -¿No es cierto que el día tiene doce horas? Pues si uno anda de día, no tropieza, porque ve la luz que hay en este mundo; pero si uno anda de noche, tropieza, porque le falta la luz.
Después añadió: -Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero voy a despertarlo. Los discípulos le dijeron: -Señor, si se ha dormido, es señal que va a sanar.
Pero lo que Jesús les decía es que Lázaro había muerto, mientras que los discípulos pensaban que se habían referido al sueño natural. Entonces Jesús les dijo claramente: -Lázaro ha muerto. Y me alegro de no haber estado allí, porque así es mejor para ustedes, para que crean. Pero vamos a verlo.
Entonces Tomás, al que llamaban el Gemelo, dijo a los otros discípulos: -Vamos también nosotros, para morir con él.
Al llegar, Jesús se encontró con que ya hacía cuatro días que Lázaro había sido sepultado. Betania se hallaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros; y muchos de los judíos habían ido a visitar a Marta y a María, para consolarlas por la muerte de su hermano. Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirlo; pero María se quedó en la casa. Marta le dijo a Jesús: -Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas.
Jesús le contestó: -Tu hermano volverá a vivir. Marta le dijo: -Sí, ya sé que volverá a vivir cuando los muertos resuciten, en el día último.
Jesús le dijo entonces: -Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que todavía está vivo y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?
Ella le dijo: -Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Después de decir esto, Marta fue a llamar a su hermana María, y le dijo en secreto: -El Maestro está aquí y te llama. Tan pronto como lo oyó, María se levantó y fue a ver a Jesús. Jesús no había entrado todavía en el pueblo; estaba en el lugar donde Marta se había encontrado con él. Al ver que María se levantaba y salía rápidamente, los judíos que estaban con ella en la casa, consolándola, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar.
Cuando María llegó a donde estaba Jesús, se puso de rodillas a sus pies diciendo: -Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Jesús al ver llorar a María y a los judíos que habían llegado con ella, se conmovió profundamente y se estremeció, y les preguntó: -¿Dónde lo sepultaron?
Le dijeron: -Ven a verlo, Señor. Y Jesús lloró. Los judíos dijeron entonces: -¡Miren cuánto lo quería! Pero algunos de ellos decían: -Éste, que dio vista al ciego, ¿no podría haber hecho algo para que Lázaro no muriera?
Jesús, otra vez muy conmovido, se acercó a la tumba. Era una cueva, cuya entrada estaba tapada con una piedra. Jesús dijo –Quiten la piedra.
Marta, la hermana del muerto, le dijo: -Señor, ya huele mal, porque hace cuatro días que murió. Jesús le contestó: -¿No te dije que, si crees, verás la gloria de Dios?
Quitaron la piedra, y Jesús, mirando al cielo, dijo: -Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escuchas, pero lo digo por el bien de esta gente que está aquí, para que crean que tú me has enviado.
Después de decir esto, gritó: -¡Lázaro, sal de ahí!
Y el que había estado muerto salió con las manos y los pies atados con vendas y la cara envuelta en un lienzo. Jesús les dijo: -Desátenlo y déjenlo ir. Por esto creyeron en Jesús muchos de los judíos que habían ido a acompañar a María y que vieron lo que él había hecho.

miércoles, 15 de febrero de 2017

VENERABLE TECLA MERLO






Teresa Merlo nació el 20 de febrero de 1894 en Castagnito, Alba, Italia. Aprendió el arte de la costura y además daba catequesis a los niños en su parroquia. A sus 20 años (año 1915) se encontró con el padre Santiago Alberione (hoy beato), quien le propuso unirse a un pequeño grupo de jóvenes que él estaba reuniendo para comenzar una nueva obra de Dios: un taller de “Buena Prensa” con el fin de evangelizar con los medios de comunicación. Alberione ya había comenzado su obra, inaugurando, con un grupo de jóvenes varones, una nueva escuela tipográfica. Había nacido la Sociedad de San Pablo. Ahora quería dar inicio a la rama femenina que, con el tiempo, llegaría a ser la Congregación de las Hijas de San Pablo. 
Como primera misión, en 1918, Teresa viajó a Susa (Italia) junto a otras compañeras para llevar adelante el diario diocesano La Valsusa. En 1922 emitió sus primeros votos religiosos y, por sugerencia de Alberione, tomó el nombre de Tecla, en homenaje a aquella mujer, que según cuanta la tradición, fue una de las discípulas de san Pablo. Así Tecla llegó a ser, no solo la madre espiritual, sino también la co-fundadora de las Hijas de San Pablo, a quienes generalmente se las conoce como "Hermanas Paulinas".
Tecla Merlo dedicó su vida al apostolado de los medios de comunicación, y fiel al padre Alberione dio forma a esta nueva Congregación que se extendió por todo el mundo, y ayudó también en la fundación de todas las demás congregaciones femeninas de la Familia Paulina.
El 5 de febrero de 1964 la hermana Tecla Merlo cerró sus grandes y bondadosos ojos a este mundo, para abrirlos junto a Dios que la esperaba. En marzo de 1972 fue proclamada "sierva de Dios" y el 22 de enero de 1991 el papa Juan Pablo II, firmó el decreto en el que reconoce la heroicidad de las virtudes de la hermana Tecla Merlo y la proclamó Venerable.

jueves, 9 de febrero de 2017

SANTA EULALIA DE BARCELONA

Fiesta: 12 de febrero




Los datos que se encuentran sobre santa Eulalia están en un poema que escribió Aurelio Prudencio hacia el año 405 en honor de la mártir española.
Según la descripción de Prudencio, Eulalia vivió en España a finales del siglo III, era una niña de apenas 13 años a quien el padre, para alejarla de los peligros de la persecución anticristiana, la lleva lejos de su ciudad. Sin embargo, esta niña, totalmente convencida de su fe se escapa y va directo al juez para recriminarle su actuación contra los cristianos. Al declarar su fe, intentan en vano salvarla convenciéndola hacia la idolatría. Después intentan doblegar su firmeza con innumerables torturas, pero no logran absolutamente nada. Al final, después de tantas torturas la crucificaron.
Dice la tradición que cuando la valiente mártir al fin reclinó la cabeza, salió de su boca una cándida paloma que subió hacia el cielo por entre las negras nubes. Luego descendieron copos de nieve que cubrieron el cuerpo despedazado de la mártir.
Fue canonizada en el año 633, y desde 1868 santa Eulalia comparte el patronazgo de Barcelona con la Virgen de la Merced.

miércoles, 1 de febrero de 2017

SANTA ÁGATA (o Águeda)

Fiesta: 5 de febrero




Santa Águeda (o Ágata) fue una joven cristiana italiana que vivió en el siglo III, época de los primeros cristianos y las más sangrientas persecuciones por parte del imperio romano.
Al parecer ella había consagrado a Dios su virginidad, y cuando la arrestaron por ser cristiana primero intentaron convencerla de hacer sacrificios a los dioses, al no conseguirlo, como castigo la obligaron a prostituirse.
Milagrosamente no pudieron lograr su objetivo, y llenos de odio la hicieron padecer innumerables y terribles torturas, la peor de ellas fue que le amputaron los senos.
Murió mártir a causa de las terribles heridas el 5 de febrero del año 251. Fue sepultada en Catania.