Conviene valorar los pecados según su gravedad (C.I.C. 1854).
PECADO ORIGINAL
Dios creó al ser humano a su imagen y lo estableció en su amistad. El ser humano, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador (cf. Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del ser humano (pecado original). El pecado de afecta a la naturaleza humana, por ello se transmite, por propagación, a toda la humanidad. El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios. (C.I.C. 396-405).
PECADO VENIAL
Se comete un pecado venial cuando no se observa en una materia leve la medida prescrita por la ley moral, o cuando se desobedece a la ley moral en materia grave, pero sin pleno conocimiento o sin entero consentimiento. El pecado venial debilita la caridad pero no rompe la Alianza con Dios. Es humanamente reparable con la gracia de Dios. (C.I.C. 1862 -1863).
PECADO MORTAL
El pecado mortal destruye la caridad en el corazón del ser humano por una infracción grave de la ley de Dios (diez mandamientos); aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior.
Para que un pecado sea mortal se requieren tres condiciones: tiene como objeto una materia grave (contra los diez mandamientos) y que, además, es cometido con pleno conocimiento y deliberado consentimiento.
En este caso, solo se puede volver al estado de gracia rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios en el sacramento de la Reconciliación. (C.I.C. 1855 - 1861).