Norberto nació en Xanten (Alemania), hacia el año 1080, en una familia noble.
Eligió el sacerdocio no por vocación, sino por prestigio, y
los privilegios, ya que, siendo diácono, el mismo emperador le había dado una
sede episcopal.
Sin embargo, después de un accidente a caballo, cambió
radicalmente su vida. Se despojó de toda su riqueza, abandonó los lugares
mundanos y se puso a la escuela del abad benedictino de Siegburg y de los
canónigos de Klosterrath; después siguió el ejemplo del ermitaño Liudolfo
pasando tres años en penitencia y en oración. En 1115 fue ordenado sacerdote
por el arzobispo de Colonia, y comenzó su actividad misionera itinerante.
El obispo de Laon, para tenerlo en su diócesis, le propuso
ser el guía de los Canónigos regulares que seguían la Regla de San Agustín, y a
quienes se les había asignado el convento de Praemonstratum. Así nació la Orden
de los premonstratenses.
Se encontraba en Magdeburgo asistiendo a los
funerales del obispo de esa ciudad, cuando el clamor popular lo eligió como
sucesor. El emperador Lotario lo nombró canciller del imperio para Italia y el
Papa Inocencio II extendió su jurisdicción a Polonia. Pero Norberto no olvidó
la regla monástica de la pobreza y del ejercicio del apostolado entre la gente
humilde del campo, y vivió integralmente el ideal de vida activa y
contemplativa de los premonstratenses aun en el fulgor de los altos cargos.
Tuvo que combatir con gran sabiduría a herejías desenfrenadas, especialmente en relación con el Santísimo Sacramento, fue un gran defensor de la presencia real de Jesús en la Eucaristía. Sus hermosas palabras sobre la presencia de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento hicieron regresar a la gente a la fe católica. Murió en Magdeburgo, de regreso de una misión de paz en Italia, el 6 de junio
de 1134. Fue canonizado en 1582.