La tradición cuenta que hacia 1550 - 1560, una mujer nativa
de la zona cercana al río Guadalajara (Buga - Colombia) deseaba conseguir un
crucifijo para su humilde choza. Logró ahorrar un dinero para poder encargarlo
a Quito, pero cuando al fin estaba por comprarlo, se enteró que a un vecino lo
llevaban a la cárcel por deudas. Aquella buena mujer no dudó, le cedió todos
sus ahorros a aquel hombre, para que pudiera pagar sus deudas y así librarse de
la prisión.
Luego de esto, en un día que se encontraba haciendo labores
cerca de la orilla del río Guadalajara, observó que la corriente arrastraba un
objeto brillante. Al ver que era un pequeño crucifijo con un Cristo; lo tomó
entre sus manos y feliz lo llevó a su choza, donde le improvisó un altar en una
caja de madera. Por la noche oyó ruidos extraños; la caja crujía y se rompía.
Al despertar se encontró con que el crucifijo y el Cristo habían aumentado
notablemente su tamaño.
A partir del milagro la gente empezó a venerar la imagen, y
la choza de la indígena se volvió un santuario. En 1605 un visitador
eclesiástico mandó quemar la imagen, pero entre medio del fuego la imagen se
preservó milagrosamente; y en vez de quemarse, sudaba y se renovaba. La gente
comenzó a empapar algodones en el sudor. Ese día hubo muchos prodigios y se
oficializó el culto a la imagen del Señor de los Milagros, que se trasladó a
Buga, donde continuó realizando milagros. La Basílica actual es de 1907.
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