Justo
y Pastor fueron dos niños cristianos de Tielmes (Madrid), que vivieron en los
primeros siglos del cristianismo. Alcanzaron el martirio con tan solo 7 y 9
años respectivamente, en el año 304. Fueron ejecutados en Alcalá de Henares por
orden del gobernador Daciano, durante la persecución de Diocleciano (mandó
torturar a todo aquel que no apostatase de su fe para adorar a los dioses
romanos). Siendo cristianos, estos niños, se negaron a abjurar del
cristianismo. En el lugar donde fueron ejecutados, años después se levantó una
capilla para albergar sus restos, que fueron trasladados por San Urbicio a la
provincia de Huesca, y a Burdeos, Francia, tras la invasión musulmana. En 1568
una parte de los restos regresó a Alcalá, donde se encuentran actualmente, quedando
la mayor parte en Huesca.
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